Aunque estamos acostumbrados a ver los sobrecitos de azúcar cuando pedimos un café en una cafetería, no siempre fue servido de este modo. Hasta hace unas décadas, el azúcar se ponía en un recipiente, de la misma forma que muchas personas lo tienen en las cocinas de sus casas.
La costumbre de añadir azúcar a las infusiones o al café viene de años atrás cuando en las cafeterías americanas eran habituales los azucareros en las mesas para el uso de los clientes. Esta costumbre cambió radicalmente en 1947 cuando un ex abogado arruinado por la crisis del 1929 se reconvirtió en camarero e inventó el sobre de azúcar. Eisenstadt tuvo la brillante idea de envasar en dosis individuales el azúcar y, años más tarde, la sacarina.
Benjamin Eisenstadt y la Cumberland Packaging Corporation
Benjamin Eisenstadt nació en Nueva York en 1906. Fue un excelente estudiante y contaba con un prometedor futuro en el mundo de la abogacía, pero el crac del 29 se cruzó en su camino justo en el momento de terminar los estudios, perdiendo la posibilidad de ejercer de abogado.
En aquella época, el joven mantenía un noviazgo con Betty Gellman, cuyo padre tenía una cafetería en Brooklyn en la que Benjamin comenzó a trabajar. Con la experiencia que adquirió, llegó a regentar otras cafeterías pero no llegaron a funcionar. Por este motivo, decidió aprovechar el local para montar una empaquetadora de té (un producto que entonces estaba en auge por su precio y su sencilla elaboración). El joven compró toda la maquinaria necesaria para comenzar a distribuir bolsas de té por la ciudad de Nueva York, pero tampoco llegó a despegar porque había multitud de empresas que se dedicaban a lo mismo.
En vez de cerrar el negocio, Benjamin Eisenstadt decidió en 1947 dar un nuevo giro y aprovechar la maquinaria de embolsar té para pasar a hacerlo con azúcar. Su idea fue todo un éxito y en pocas semanas todas las cafeterías de la Gran Manzana servía el azúcar en sobres. La Cumberland Packaging Corporation fue creciendo y Benjamin Eisenstadt empezó a embolsar y servir en dosis individuales todo aquello que se le ocurría: mostaza, kétchup o sacarina, que hasta el momento se servía líquida. Este último producto, al que denominó “Sweet’N Low”, fue lo que termino de lanzarlo hacia el éxito y en la actualidad, continúa siendo un producto más que conocido por cualquier estadounidense.